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La problemática de la diversidad es uno de los problemas más trabajados en la filosofía y se relaciona directamente con el problema de la alteridad, con la cuestión del otro. Este es un tema difícil, porque es paradójico. Se vuelve difícil conectar con la otredad del otro si uno no renuncia a su propio yo, a su ego. Es decir con esto que históricamente en las categorías modernas institucionales se ha propendido a trabajar la cuestión del otro desde el paradigma de la tolerancia. Y la tolerancia es un concepto que tiene sus bemoles, porque es absolutamente incuestionable la necesidad de que nadie pueda poner en duda el derecho que tiene cualquiera de manifestar su diferencia. Pero en la medida que partimos del paradigma de la tolerancia, hay alguien que tolera. El que tolera está en un lugar, por así decirlo, de supremacía frente al otro. En la medida que pensemos la tolerancia como «yo tolero la diferencia», hay un «yo» que tiene preponderancia sobre el resto. Lo importante es partir de otro esquema, es anteponer lo otro que somos cada uno al yo que somos cada uno. Antes de ser cada uno yoes que nos relacionamos entre todos, somos todos otros. Y esa otredad es constitutiva de lo que somos. Cualquier trabajo que hagamos con la diversidad en el aula tiene que partir de ese acto de despojamiento, de desapego por lo que uno es. No se trata de renunciar a lo que uno es, sino de entender que lo que uno es no es Terminal, no es definitivo ni doctrinal. Si uno está tan encerrado en lo que uno cree que es, en lo que uno piensa, es evidente que le va a resultar imposible conectar con la diferencia del otro. Por eso el paradigma de la tolerancia es falaz, en alguno sentido lo que hace es generar una falsa apertura. Yo sigo instalado en lo que soy, pero me doy el lujo de tolerarte. Así, la diversidad no funciona.
Darío Sztajnszrajber (Seminarios virtuales INFD)
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