Economía solidaria

 

 

Unos 180 mil mendocinos

ya son parte de la economía solidaria

 

Distribuidos en 2.500 organizaciones, en poco más de ocho años han logrado recuperar empresas, crear cooperativas, generar numerosos puestos de trabajo y, sobre todo, mejorar su calidad de vida.

 

 

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  1. Unos 180 mil mendocinos ya son parte de la economía solidaria

    Distribuidos en 2.500 organizaciones, en poco más de ocho años han logrado recuperar empresas, crear cooperativas, generar numerosos puestos de trabajo y, sobre todo, mejorar su calidad de vida.
    12-03-2012

     

    Miguel García Urbani
    uno_mendoza@diariouno.net.ar

    En algo más de ocho años, lo que hoy conocemos como economía social, en las épocas más duras de la crisis argentina no tuvo un nombre tan rumboso. Era sencillamente el acto de supervivencia de los desplazados por el neoliberalismo que salieron a enfrentar el monstruo insaciable de la miseria. Eran los pobres peleando espalda contra espalda para hacer prevalecer el ingenio por sobre la desesperación y la gula de un sistema que los devoraba. Era necesario buscar una salida y para encontrarla fue preciso invertir la lógica predominante: el trabajo y las familias no debían estar ya al servicio del capital y las finanzas, sino exactamente al revés.

    La economía social no es hoy un sueño imposible de antiguos militantes, porque actualmente representa más del 10% del Producto Bruto Interno de Argentina, con más de cuatro millones de trabajadores empleados en profundizar los conceptos del comercio solidario y el precio justo con el valor agregado –de potencial incalculable aun en los países en crecimiento– de la colaboración.

    La Dirección de Economía Social de la Provincia, un área de trabajo interministerial entre el sector económico y el de desarrollo social, estima que existen más de 180 mil mendocinos organizados para el trabajo en colaboración.

    El titular del área de Economía Social local, Eduardo Ruiz, es un militante del campo popular que hoy tiene la responsabilidad de coordinar los esfuerzos de unas 2.500 organizaciones que aportan a este tipo de economía, la cual ya no es una alternativa, sino una realidad concreta.

    “Aquí, los números nacionales, que son realmente importantes, tienden a duplicarse por la larga tradición mendocina del trabajo comunitario”, explica Ruiz.

    Existen organizaciones de microcrédito, como el Banquito de la Buena Fe, que baja fondos nacionales a través de las organizaciones hacia los sectores más humildes; organizaciones de agricultura familiar, como la iniciativa local Frutas y Verduras para Todos, y otras que ponen valor a agregado a su producción. Tal el caso de la Red de Salseros del Norte de Mendoza, con un potencial de producción de 210.000 botellas por año.

    Así, cooperativas, mutuales, grupos campesinos, empresas recuperadas, ferias de artesanos y emprendedores, entre otras variantes de generación de recursos mediante la colaboración mutua y solidaridad, trabajan por fuera de la lógica formal de la competencia y la supervivencia del más fuerte.

    Una política de Estado
    Los números son claros a la hora de medir el esfuerzo: existen siete ferias cooperativas que agrupan a 1.500 productores, con unos 1.700 locales de venta al público.

    En el país, el sistema de crédito solidario financia a un millón de personas en más de 2.500 pueblos y ciudades. En Mendoza, en este sentido, los números son sumamente interesantes: las 120 organizaciones de microcréditos han entregado más de 8.000 préstamos de garantía solidaria en el último año.

    La opción de la economía solidaria intenta ser una política de Estado que ya incluye a más tres millones de personas en el sistema de cobertura de salud, mediante mutuales y sistemas de colaboración, en zonas donde no existen otras opciones.

    En Mendoza han logrado inscribirse en el Monotributo Social más de 11.000 pequeños productores, agricultores familiares y artesanos, lo que les posibilita tener su propia obra social, aportar para su jubilación y poder facturar sus trabajos.

    El desafío desde la órbita de gestión es lograr una mayor inclusión en el sistema de economía social sin perder el espíritu de superación y pelea con el que nació. “Queremos potenciar el sector del crédito y promover la organización, la Ruta de los Artesanos, que permite recorrer 16 puntos estratégicos de comercialización de artesanías genuinas en Mendoza y que se puso en funcionamiento antes de los dos meses de gestión, es un ejemplo del impulso que es necesario darle al sector”, dice Guillermo Elizalde, ministro de Desarrollo Social y Derechos Humanos.

    Los ejes conceptuales de las organizaciones que se suman a este modelo tienen como base la participación horizontal y democrática. La propiedad es colectiva, se basan en la solidaridad y la ayuda mutua, y promueven la inclusión de personas que bajo otros modelos económicos han permanecido excluidas.

    Los cachetazos de los ’90 en Argentina han generado una respuesta que algunos podían soñar a tan poco andar: de los cinco millones de nuevos puestos de trabajo que se han generado en nuestro país en menos de una década, un millón corresponde al sector de la economía social. Un 20% del total de empleos que señala claramente cuál es el camino.

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