Un Centro en formación continua para la formación continua 

A un año de su gestación

 

Sabemos que un proyecto, técnicamente, no es más que una hipótesis de trabajo. Luego, esa hipótesis comienza a dialogar con las situaciones concretas de las instituciones, de los contextos sociales e históricos en los que se encarna. Esta se reconfigura en el espacio de los intereses que disputan sentidos y modos de realización y también cierra e inaugura discursos y prácticas que visibilizan u ocultan necesidades, deseos, expectativas o utopías. 

Hace un año se gestaba el Centro como un proyecto que comenzó a transitarse para la Formación Continua y que pretendemos esté en formación continua. 

Enunciar esta pretensión en un Instituto de Educación Superior que camina hacia un próximo cincuentenario (el 31 de mayo de 2021) es anudar una larga historia habitada por muchos esfuerzos que son sustratos para hacer fecunda la potencia germinal de un proyecto. También el clima de época, los aires que corren, habilitan a veces posibilidades impensadas que maduran el “ahora sí” de lo largamente cavilado.

En este proceso hemos devenido en un terreno muy vasto; somos un Instituto muy grande en el que las pertenencias pueden caer en simulacros.

Pero la metáfora no debería ocultar que la posibilidad de que esté en formación continua un Centro instituido para la Formación Continua de docentes y técnicos no puede quedar librado a los avatares de los fenómenos naturales. Esto requiere de la construcción colectiva y democrática, hecha de disensos y consensos, de protagonismos y de “miradas de reojo”, pero siempre aspirando a ser más amplia, más participativa, más abierta a contener a las mayorías. Este es un desafío para un centro en formación continua que no se concentra en sí, sino que se descentra para dar lugar a lo inédito viable que busca la educación.

Hemos caminado un año que, si solo tiene datos cuantitativos de resultados para mostrar (cantidad de propuestas formativas desarrolladas, cantidad de cursantes, cantidad de docentes formadores, etc.), produce un vacío en el tiempo, porque no anida en sí vestigios de desarrollo, de capacidades incorporadas, capacidades hechas cuerpo colectivo (también individual, pero al servicio de y potenciadas por lo colectivo).

Por esto, a un año de la gestación del Centro de Formación Continua, el otro desafío que avizoramos es la reflexión. Una reflexión compartida que construya el proceso, que al enunciar produzca anclajes como plataforma de nuevos despegues. Una reflexión que acoja miradas y voces múltiples y que produzca aprendizaje, como el lugar natural para la búsqueda de la novedad necesaria, la que nos hace recrearnos en lo que somos, pero mejores.

Llegados hasta aquí surge una pregunta como encuadre para abrir la reflexión o, mejor, para iniciar nuestro diálogo reflexivo: ¿cuáles son los irrenunciables-brújula de nuestras búsquedas?

Irrenunciables-brújula que nos amarran y nos disparan hacia los horizontes nuevos, que nos enraízan y nos elevan a estadios superiores. Porque no todo debería darnos lo mismo, porque tomar posición es inevitable, porque en los horizontes (ético-políticos y pedagógicos) se juega el valor de los pasos que damos, de lo que hacemos, y la responsabilidad pública que nos cabe por el lugar que nos toca ocupar en el sistema educativo y en la sociedad.

Por la posición desde la que miramos y la responsabilidad pública que asumimos al ocupar el lugar de gestión institucional, estamos compelidos permanentemente -desde el momento mismo de nuestra postulación para la representación democrática en la gestión de lo común- a imaginar los futuros deseables que nos cobijen a todos/as y generar las condiciones necesarias para que las cosas sucedan.

Y suceden cosas cuando quienes trabajamos en el Instituto miramos los rostros y escuchamos las voces de los/as profesionales que formamos y se moviliza en nosotros/as el compromiso con la transmisión y la transformación. Estas cosas esperamos que sucedan. Y que sucedan en mayor medida. Otras voces y miradas, menos demandantes, quizás, pero igual de necesitadas, se manifiestan en el territorio y hablan de sueños que los/as profesionales que formamos deben ayudar a realizar. El para qué de nuestra institución está fuera de nuestras aulas, en el territorio de las aspiraciones colectivas, diversas, heterogéneas.

El para qué de la escala institucional debería impregnar de sentido la territorialidad de cada aula, de cada práctica de formación continua. Pero la imaginación de los futuros deseables no es en solitario, ni el sentido se derrama milagrosamente desde un centro atiborrado en su ensimismamiento. Nuestra apuesta está en la construcción de imágenes colectivas y sentidos compartidos en el diálogo reflexivo y la participación democrática, haciéndonos cargo de lo que allí se juega, como algo que es de todos/as y para todos/as, de lo público que es el conocimiento.

 

Gustavo Fornés 

Coordinador General
Centro de Formación Continua
IESDyT Nº 9-001 “Gral. José de San Martín