Cada 1° de agosto, se honra a la Pachamama (Pacha: universo, mundo, tiempo o lugar; y Mama: madre; es decir la madre Tierra) que procede de la lengua quechua, y marca el momento en que el invierno comienza a retroceder en busca de la primavera. Así lo describe la poeta argentina Paula Jiménez España en Pachamama: «Como la extraña que soy, la deslumbrada, me extasío ante la fiesta de sus ropas, sus plumas, sus coronas. Sigo la ronda de cerveza derramada sobre la Pachamama, la ofrenda de embriaguez con que esta noche todos entramos al mundo del Espíritu». Esa fiesta, inflamada por ropajes, bombos y cantos, que se celebra en varios puntos del mapa argentino, pero sobre todo en Salta, Tucumán, Catamarca y Jujuy, propone también que la bebida compartida sea caña con ruda, un remedio casero para mejorar la salud, atraer la suerte y alejar los maleficios (sobre todo, los fantasmas de la muerte que vienen de la mano del mes de agosto). El origen de esta tradición es el temor que el pueblo guaraní sentía ante las lluvias torrenciales y los fríos días del invierno, temores que comenzaron a conjurar, a comienzos del siglo pasado, preparando hechizos y brebajes. Entre éstos últimos surgió el que se prepara con caña blanca, o caña paraguaya, a la que agregan ruda macho, de hojas grandes, o ruda hembra, de hojitas más tupidas y pequeñas.
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