El hombre no busca el conocimiento y la verdad por el sólo afán de conocer, por un impulso de amor a la sabiduría (filosofía) que no tiene nada que ver con apetitos egoístas o individuales. Antes bien, para Nietzsche, la verdad, desde la época de los mitos arcaicos hasta la metódica y rigurosa ciencia actual, es sólo LA BÚSQUEDA DESESPERADA DE PODER. Porque somos los animales más desfavo-recidos en la lucha natural por la existencia. Esta forma de conocimiento se ha mostrado útil y provechosa. Nos hemos convertido en señores de la creación, y hemos logrado dominar hasta el más lejano rincón de nuestro planeta. Pero ese éxito no constituye una prueba, ni de lejos, de que las metáforas que hemos construido de las cosas, en términos de conceptos, y las relaciones que hemos establecido entre ellas, tengan el más mínimo grado de «verdad» en el sentido tradicional del término.
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