Novelista brasileño, cuyas obras están basadas en la vida de su estado natal, Bahía. Absolutamente realista, con frecuencia irónico, muestra un profundo análisis psicológico en sus novelas que reflejan su compromiso político denunciando injusticias sociales. Amado fue encarcelado en 1935 por sus actividades izquierdistas. Estuvo exiliado temporalmente de Brasil, pero siguió desarrollando una política activa y representó al Partido Comunista de Brasil como diputado federal en la Asamblea constituyente en 1946. Tierra del sinfín (1944), considerada su obra maestra, describe la vida dura de los trabajadores de las plantaciones de cacao. En 1961 fue elegido miembro de la Academia Brasileña de las Letras. Otras obras son Gabriela, clavo y canela (1958), sobre la vida social urbana y la transición política, Viejos marineros (1960), Los pastores de la noche (1964), Doña Flor y sus dos maridos (1966), que posteriormente se llevó al cine y Teresa Batista cansada de guerra (1973). En muchas de estas obras se mezclan los temas naturalistas con un humor obsceno y se describe el mágico ambiente de la gente humilde de Bahía. En 1979, Amado abandonó su temática habitual y publicó Uniforme, frac y camisón de dormir, en la que describe a la alta sociedad de Río de Janeiro en la década de 1940.
Gabriela, clavo y canela (fragmento)
» Elevábase la voz vigorosa e interesada del cura en la oración ardiente, elevábase la voz cascada de las solteronas, el coro unánime de los ‘coroneles’, y sus esposas, hijas e hijos, comerciantes, exportadores, trabajadores llegados del interior para la fiesta, cargadores, hombres de mar, mujeres de la vida, empleados de comercio, jugadores profesionales y diversos malandrines, los chiquillos del catecismo y las muchachas de la Congregación Mariana. Subía la oración hacia un diáfano cielo sin nubes, donde, como una asesina bola de fuego, un sol despiadado quemaba, capaz de destruir los brotes del cacao, recién abiertos.
(…)
Las bandas de inmigrantes bajaban del sertao con la sequía mordiéndoles los talones, abandonaban la tierra reseca donde el ganado se moría y las plantaciones no rendían, tomaban caminos en dirección al sur. Muchos quedaban por el camino, incapaces de soportar la travesía de los horrores, otros morían al entrar en la región de las lluvias donde el tifus, el paludismo, la viruela los esperaban. Llegaban diezmados, con restos de lo que fuera su familia, casi muertos de cansancio, pero en los corazones latía la esperanza crecida en el último día de la marcha. Un poco más de esfuerzo y habrían alcanzado la ciudad rica y fácil. Las tierras del cacao, donde el dinero era basura arrojada en las calles. «
Jorge Amado
(Brasil, 1912-2001)
Novelista brasileño, cuyas obras están basadas en la vida de su estado natal, Bahía. Absolutamente realista, con frecuencia irónico, muestra un profundo análisis psicológico en sus novelas que reflejan su compromiso político denunciando injusticias sociales. Amado fue encarcelado en 1935 por sus actividades izquierdistas. Estuvo exiliado temporalmente de Brasil, pero siguió desarrollando una política activa y representó al Partido Comunista de Brasil como diputado federal en la Asamblea constituyente en 1946. Tierra del sinfín (1944), considerada su obra maestra, describe la vida dura de los trabajadores de las plantaciones de cacao. En 1961 fue elegido miembro de la Academia Brasileña de las Letras. Otras obras son Gabriela, clavo y canela (1958), sobre la vida social urbana y la transición política, Viejos marineros (1960), Los pastores de la noche (1964), Doña Flor y sus dos maridos (1966), que posteriormente se llevó al cine y Teresa Batista cansada de guerra (1973). En muchas de estas obras se mezclan los temas naturalistas con un humor obsceno y se describe el mágico ambiente de la gente humilde de Bahía. En 1979, Amado abandonó su temática habitual y publicó Uniforme, frac y camisón de dormir, en la que describe a la alta sociedad de Río de Janeiro en la década de 1940.
Gabriela, clavo y canela (fragmento)
» Elevábase la voz vigorosa e interesada del cura en la oración ardiente, elevábase la voz cascada de las solteronas, el coro unánime de los ‘coroneles’, y sus esposas, hijas e hijos, comerciantes, exportadores, trabajadores llegados del interior para la fiesta, cargadores, hombres de mar, mujeres de la vida, empleados de comercio, jugadores profesionales y diversos malandrines, los chiquillos del catecismo y las muchachas de la Congregación Mariana. Subía la oración hacia un diáfano cielo sin nubes, donde, como una asesina bola de fuego, un sol despiadado quemaba, capaz de destruir los brotes del cacao, recién abiertos.
(…)
Las bandas de inmigrantes bajaban del sertao con la sequía mordiéndoles los talones, abandonaban la tierra reseca donde el ganado se moría y las plantaciones no rendían, tomaban caminos en dirección al sur. Muchos quedaban por el camino, incapaces de soportar la travesía de los horrores, otros morían al entrar en la región de las lluvias donde el tifus, el paludismo, la viruela los esperaban. Llegaban diezmados, con restos de lo que fuera su familia, casi muertos de cansancio, pero en los corazones latía la esperanza crecida en el último día de la marcha. Un poco más de esfuerzo y habrían alcanzado la ciudad rica y fácil. Las tierras del cacao, donde el dinero era basura arrojada en las calles. «