El hombre mercancía, que deambula extasiado, sin conciencia, como un sub humano prefabricado por el capitalismo, debe dar origen al ciudadano comprometido con los cambios humanísticos verdaderos, el autómata que cree que la vida es sólo una operación de compra venta, sin cultura, sin solidaridad, ese ser que es arrastrado por los Medios de Comunicación de una manera brutal, convirtiéndolo en una simple pieza del sistema capitalista, debe ser transformado. A nivel de la conciencia, se deberá tomar una actitud transformadora, íntimamente ligada con el conocimiento del funcionamiento de la sociedad. El estado no motiva los cambios porque sus mismos líderes están alienados, ¿Cómo va a encauzar cambios un Estado en que sus líderes viven mentalmente en un sistema capitalista, pretenden impulsar cambios hacia un tipo de sistema que no sienten en lo más mínimo? No basta que se diga que el dinero es malo, es algo más que eso, esta transformación tiene que estar profundamente enraizada en las tres zonas de la psiquis: conciencia, pre-conciencia e inconsciencia.
Hace falta una revolución psicológica al nivel de toda la sociedad, es un nuevo diseño de la psiquis social del colectivo. Mientras sigan apareciendo en la tv las mercancías atrapándonos, devorándonos, mostrándose ellas mismas, vendiéndose, con una vida palpitante e independiente, aquí no habrá cambios verdaderos, nunca los hubo, ni los habrá. Esa manía de obtener todo lo que se pueda comprar en una sociedad capitalista, esa angustia y paranoia de “compras compulsivas” dirigida a un grupo social clase media, se destapa en la cuña. De paso, ese síndrome es tan peligroso para el ciudadano como el alcoholismo, porque le quita al individuo otros valores más perdurables.
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