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Fragmento

Heidegger y la foto del hombre desnudo que va hacia la cámara de gas.

“Esta posibilidad requiriera acaso más coraje que la primera, la de la Luger. Encerrarse en un gabinete días, semanas. Y mirar la foto. Grabársela, a fuego en el alma. Ser ese hombre. Soñar con él. Imaginar su vida. Reconstruirla. De mil modos distintos. Porque esa vida –al no ser nada- podía ser reconstruida como la de un socialdemócrata alemán y ario. O como la de un comunista. O como la de un homosexual. O como la de un gitano. O como –desde luego- la de un judío. Cada reconstrucción le llevará meses al Maestro. Y en cada uno de los días de todos esos meses sufriría la muerte infame de ese hombre. Porque si le inventaba una vocación, pongamos: ajedrecista, debía saber que ese ajedrecista había sido aniquilado en su posibilidad de serlo o de seguir siéndolo. Lo mismo con todo lo demás … Cualquier mínimo hecho vital que le entregara al hombre de la foto lo condenaba a ver, ahí, en esa foto, en ese momento, el momento en que se lo arrancaban.”
Era para él, para Heidegger, una tortura infinita.
Pero no se llevó la foto. El hombre desnudo está ahora sobre el escritorio de Heidegger. Va, desde ahí, a la cámara de gas.

La sombra de Heidegger. P.189 – José P.Feinmann. Ed. booket


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