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  1. El aporte de «Mayo» a nuestro pensamiento político

    Los nombres que aportaron certidumbres a la conciencia nacional y que la historia oficial suele olvidar.

     

    Por: Norberto Galasso

     

    Al hablar de los importantes  momentos de nuestra historia, resulta común referirse a «los hombres de Mayo» o «los sucesos de  Mayo» como orígenes de nuestro pensamiento democrático y nacional. Así, «hombres de Mayo» significa: Moreno, Belgrano y Castelli como los orientadores y French y Beruti como los agitadores callejeros. Pero en este Mayo de 2013 podríamos agregar aquellos relacionados de una u otra manera con aquel y que nos aportaron grandes certidumbres a nuestra conciencia nacional en sus diversas facetas.

     Recordaríamos entonces que Homero Manzi murió un 3 de mayo de 1951, que Evita nació un 7 de mayo de 1919, que el «olvidado» Manuel Ortiz Pereyra murió el 22 de mayo de 1941, que Atahualpa Yupanqui murió un 23 de mayo de 1992, que don Arturo Jauretche se nos fue un 25 de mayo de 1974 y que su compañero de lucha, Raúl Scalabrini Ortiz nos dejó un 30 de mayo de 1959. Todas ellas, figuras entrañables que dieron la vida por una Patria libre e igualitaria en medio del rencor y aún del odio, de los privilegiados.

     Don Ata nos dejó «El canto de la patria profunda». Fue, como él gustaba calificarse, «un simple cantor de artes olvidadas» para quien la América Latina debía reunificarse porque «era un solo poncho» desde los orígenes y luego se fue fragmentando cuando «la Pachamama se fue ensombreciendo» ahogada por el colonialismo cultural. Raúl Scalabrini nos descubrió los mecanismos de la dominación imperialista británica que nos convirtió en una semicolonia productora de alimentos baratos, con una oligarquía fastuosa y el resto del país «de pata al suelo». Nos sacó –como lo reconoció Jauretche– del antiimperialismo abstracto que aún hoy circula por los pasillos de algunas universidades, para llevarnos al antiimperialismo concreto armado por los ferrocarriles, los puertos, los bancos, las compañías de seguros, la falta de flota propia y el endeudamiento externo, que conducía a la enorme desigualdad social, esa que Atahualpa nos sintetizaba en dos versos inolvidables: «Las penas son de nosotros/ las vaquitas son ajenas.»

     

     Scalabrini nos enseñó asimismo que, de Moreno a Perón, nuestra historia la había construido el protagonismo popular, que «hay que sumergir la vida de uno en una obra más grande que uno mismo, aprendiendo a ser «uno cualquiera que sabe que es uno cualquiera». Porque todos ellos pelearon siempre desde las catacumbas, ajenos a la figuración y las condecoraciones del régimen, para mejorar «la suerte de mis paisanos», como decía Jauretche. Don Ata cargaba las pilas uno o dos meses al año en Cerro Colorado y se volvía a Europa porque algunos peronistas no querían perdonarle su militancia juvenil en el Partido Comunista y a su vez, los stalinistas no le perdonaban que hubiera roto con ellos porque «un payador no puede aceptar que los comisarios políticos le impongan rigores en sus cantos». Antes de marcharse, bajo un gobierno militar, remataba así su cancionero: «Amalaya cuando vuelva/ te encuentre mejor que ‘agora'». A Scalabrini le negaron las columnas de los periódicos, la pantalla televisiva, las academias y las cátedras y tuvo que editarse él mismo sus libros en medio de la estepa de la Década Infame. Por ella andaba Ortiz Pereyra, uno de los fundadores de FORJA, predicando sus «aforismos sin sentido» –antecedentes de «las zonceras» de Jauretche–: «El Estado es mal administrador» y publicando S.O.S. de mi Pueblo. También Homero Manzi venía del «Sur, paredón y después», para refugiarse en el mundo de la noche rechazando convertirse en «hombre de letras», para poder hacer «letras para los hombres». Y a su lado Jauretche iniciaba la larga y demoledora tarea, en pleno silenciamiento, de «desaprender las malas enseñanzas» para empezar a ver con ojos argentinos el rostro de la patria.

     No menos dura fue la lucha de Evita a favor de sus descamisados, odiada e injuriada por los «dueños de las vaquitas» de que hablaba Yupanqui, entregando sus últimas esfuerzos de la madrugada para contestar la última carta de un compatriota del último rincón de la República a quien nunca nadie le había contestado sus reclamos, con esa sensibilidad popular increíble que Manzi dibujó en una cuarteta al referirse a Discépolo: «La gente se te arrima / con su montón de penas / y tu las acaricias / casi con un temblor / Te duele como propia la cicatriz ajena / aquel no tuvo suerte, ésta no tuvo amor», enseñanza que viene desde lo más hondo reclamando por un mundo igualitario.

     Como esa otra enseñanza de Scalabrini: «Puedo disentir en algunas cosas pero aquí no se trata de optar entre Perón y el arcángel San Miguel sino entre Perón y Pinedo» y «todo lo que debilite a Perón, refuerza a Pinedo» (Ayer y hoy, en esta Patria nuestra tan insólita).

     En este mayo de hoy, vale la recordación porque Yupanqui, desde su Cerro Colorado, al pie de un algarrobo, continúa diciéndonos: «Dicen que hay gente que muere / para volver a nacer / Y al que tenga alguna duda / que se lo pregunte al Che.»

     Porque las ideas de Scalabrini prevalecen en esta América Latina que se está reconstruyendo como Patria Grande dando razón a Jauretche cuando lo despidió con aquellas palabras: «Somos vencedores en esta conciencia definitiva que los argentinos han tomado de lo argentino. Por eso hemos venido, más que a despedirte, a decirte: Gracias, Hermano.» Porque Evita levanta su gesto y su brazo arengando hoy en pleno centro de la ciudad y Manzi, que va del irigoyenismo a componer las milongas a Eva y a Perón, señala el rumbo a los revolucionarios, por encima de las frustraciones y miserias de la lucha política convertida en politiquería de ambiciones, de escándalos mediáticos, de la pretensión absurda y cruel de tantos que quieren mover hacia atrás las agujas del reloj de la historia…

     Mayo, siempre Mayo, el del 25,  que «viene asomando»…

     

    Enviado por Gustavo Bassin

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